El retraso de la cicatrización de las heridas sigue siendo uno de los retos principales en la práctica clínica; las heridas difíciles de cicatrizar provocan dolor y morbilidad, prolongan el tratamiento y, en algunos casos, requieren una cirugía reconstructiva mayor (Agarwal et al., 2019). Si la cicatrización de la herida se demora durante un tiempo significativo, puede suponer un reto para los equipos clínicos por el aumento de las complicaciones, como la infección y el gasto en recursos, lo que representa una gran carga sobre el sistema sanitario.
Es bien conocido que la infección y la biocarga de la herida desempeñan un papel fundamental en el retraso de la cicatrización de las heridas, por lo que se requiere un diagnóstico y tratamiento tempranos para estimular el cierre de la herida y minimizar el impacto en el paciente, su cuidador y los sistemas sanitarios (International Wound Infection Institute [IWII], 2016).
Los principios de preparación del lecho de la herida son fundamentales para la prevención y el tratamiento de la biocarga de la herida y facilitan el mantenimiento de un lecho de la herida sano, por medio de la limpieza terapéutica de heridas y el desprendimiento y eliminación del tejido no viable por medio del desbridamiento (IWII, 2016). La limpieza de heridas puede:
- Alterar potencialmente el biofilm al disminuir la biocarga mediante ciclos de limpieza repetidos
- Favorecer la cicatrización de la herida
- Preservar la piel perilesional y protegerla frente a la maceración.